jueves, 21 de diciembre de 2017

TU PODER INVISIBLE - (TIPS)

TU PODER INVISIBLE - (TIPS)
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TU PODER INVISIBLE




  • TU PODER INVISIBLE - Geneviève Behrend - Audiolibro completo - Ley de Atracción,

  •  El Secreto


"Yo soy el canal por el cual el PODER de Dios actúa."

"Mi mente es un centro de Operación Divina."

"Mi mente tiende a la EXPANSIÓN a algo NUEVO no conocido anteriormente."

"Todo lo mejor es mío."



TU PODER INVISIBLE
 Genevieve Behrend


“Pedid y se os dará”. Mateo VII-7






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  • TU PODER INVISIBLE - Genieve Behrend
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Estas páginas fueron escritas con el propósito y la esperanza de que sus sugerencias puedan proporcionarte la llave que te abra el camino para hacer realidad tus deseos, y para explicarte que el miedo debería ser desterrado del todo de tus esfuerzos por obtener la posesión de las cosas que deseas.

 Esto presupone, por supuesto, que tu deseo de posesión se basa en tu aspiración a una mayor libertad. Sientes, por ejemplo, que la posesión de más dinero, tierras o amigos te hará más feliz, y tu deseo de poseer esas cosas surge de la convicción de que poseerlas te dará libertad y felicidad.



En tu esfuerzo por poseer, descubrirás que lo que más necesitas es «ser» siempre (no intermitentemente) tu mejor yo - ese yo que entiende que los errores de tus seres queridos son simplemente equivocaciones-.


 Tu sensación de que tener más posesiones, del tipo que sean, te dará satisfacción y felicidad, es errónea. Ninguna persona, lugar o cosa puede darte la felicidad. Pueden darte un motivo para la felicidad y una sensación de satisfacción, pero la alegría de vivir proviene de tu interior.


 Por lo tanto, aquí se te recomienda que hagas el esfuerzo de obtener aquellas cosas que crees que te darán alegría, y no otra cosa, siempre y cuando, como dijimos antes, tus deseos estén de acuerdo con la alegría de vivir.



En este volumen, también se quiere sugerir las posibilidades que le aguardan a quien realiza un esfuerzo persistente por comprender la ley de visualización y hace una aplicación práctica de esos conocimientos en el plano en que él o ella se encuentra. La palabra «esfuerzo», tal como se emplea aquí, no pretende transmitir la idea de tensión. Todos los estudios y meditaciones deben realizarse sin tensión o estrés.

He procurado mostrar que, si uno empieza desde el principio de la acción creativa o la imagen mental, está garantizado que a continuación llegarán ciertos resultados correspondientes. «Aunque las leyes del universo no pueden ser modificadas, se puede hacer que trabajen en condiciones específicas, produciendo unos resultados para el avance individual que no pueden ser obtenidos bajo el funcionamiento espontáneo de la ley proporcionado por la naturaleza.»


Por muy lejos de tus experiencias pasadas que te puedan llevar las sugerencias que te he dado sobre las posibilidades que te aguardan al visualizar, en ningún caso rompen la continuidad de la ley de causa y efecto.


Si, a través de las sugerencias dadas aquí, alguien llega a darse cuenta de que su mente es el centro a través del cual, y en el cual, opera «todo el poder que hay», el cual simplemente está esperando que se le indique la única manera en que puede realizar una acción específica (y esto significa reacción en una forma concreta o física), entonces este libro habrá cumplido su misión.

Intenta recordar que la imagen que piensas, sientes y ves se refleja en la Mente Universal y que, por la ley natural de la acción recíproca, debe regresar a ti en una forma espiritual o física. El conocimiento de esta ley de la acción recíproca entre el individuo y la Mente Universal te da libre acceso a todo lo que deseas poseer o ser.



Hay que tener presente firmemente que todo esto sólo puede ser cierto para la persona que reconoce que su poder para crear una imagen mental permanente proviene del espíritu universal de la vida que todo lo crea (Dios), y que puede usarse de una forma constructiva únicamente si se emplea y se retiene en armonía con la naturaleza del espíritu que lo creó.
 Para garantizar esto, no debe haber ninguna inversión del pensamiento de la persona acerca de su relación con este espíritu creador universal, que es la de un hijo o una hija, a través de la cual la mente del padre actúa y reacciona.

Condicionado de esta manera, cualquier cosa que pienses o sientas que eres, será reproducida fielmente por el espíritu creador de la vida en una reacción correspondiente. Éste es el principal motivo por el cual debes imaginarte a ti mismo y a tus asuntos tal como quieres que sean, como realidades existentes (aunque sean invisibles para el ojo físico), y vivir dentro de tu imagen
Un esfuerzo honesto por hacer esto, reconociendo siempre que tu mente es una proyección del espíritu creador, te demostrará que lo mejor que existe es tuyo, en todos tus caminos.


Genevieve Behrend, septiembre de 1921






Capítulo I
El orden de la visualización



El ejercicio de la facultad de visualizar mantiene a tu mente en orden y atrae hacia ti las cosas que necesitas para hacerte la vida más agradable de una forma ordenada.

Si te entre­nas en la práctica de imaginar deliberadamente tu deseo y examinarlo detenidamente, pronto descubrirás que tus pensamientos y deseos llegan y se desarrollan de una forma más ordenada que antes. Cuando has alcanzado un estado de mentalidad ordenada, ya no estás en un continuo estado de prisa mental. La prisa es miedo y, en consecuencia, es des­tructiva.

En otras palabras, cuando tu entendimiento comprende el poder que hay en el acto de visualizar lo que tu corazón desea y retenerlo con tu voluntad, entonces atrae hacia ti todas las cosas necesarias para la realización de esa imagen mediante las vibraciones armoniosas de la ley de atracción.

Te das cuen­ta de que, puesto que el orden es la primera ley del cielo, y la visualización coloca las cosas en su elemento natural, entonces visualizar debe de ser algo celestial.

Todo el mundo visualiza, tanto si sabe que lo hace como si no lo sabe. Visualizar es el gran secreto del éxito. El uso cons­ciente de este gran poder atrae hacia ti recursos enormemente multiplicados, intensifica tu sabiduría y te permite hacer uso de ventajas que antes eras incapaz de reconocer.


Ahora podemos volar por el aire, no porque alguien haya sido capaz de cambiar las leyes de la naturaleza, sino porque el inventor de la máquina que vuela aprendió a aplicar las leyes de la naturaleza y, haciendo un uso ordenado de ellas, produjo el resultado deseado. Hasta ahora, en lo que a las fuerzas na­turales se refiere, nada ha cambiado desde el principio. En el «año uno» no había aviones, porque los de esa generación no podían concebir esa idea como una posibilidad práctica facti­ble.



«Todavía no se ha hecho», era el argumento, «y no puede hacerse». Sin embargo, las leyes y los materiales para las máqui­nas voladoras prácticas existían antes igual que existen ahora.

Troward nos dice que la gran lección que aprendió del avión y la telegrafía inalámbrica es el triunfo del principio sobre el precedente, y el trabajar una idea hasta su conclusión lógica a pesar de los testimonios acumulados de todas las experiencias anteriores.

Todos sabemos que el globo fue el antecesor del avión. En 1766, Henry Cavendish, un noble inglés, demostró que el gas hidrógeno era siete veces más ligero que el aire de la atmósfe­ra. A partir de ese descubrimiento se creó el globo, y a partir del globo corriente se desarrolló el dirigible, un aeróstato con forma de puro. El estudio de la aeronáutica y de las leyes de la locomoción aérea de las aves y los proyectiles llevó a la creen­cia de que se podía desarrollar un mecanismo con el cual se podía conseguir que máquinas más pesadas que el aire viaja­ran de un lugar a otro y se mantuvieran en el aire a una velo­cidad que superase la ley de la gravedad mediante una fuerza propulsora.

Muchos se mofaron del profesor Langley, de Washington, quien desarrolló gran parte de una teoría que luego otros me­jorarían, cuando éste consiguió que un modelo de avión levan­tara vuelo sólo para acabar hundiendo su nariz en las fangosas aguas del Potomac. Pero los hermanos Wright, que realizaron experimentos a finales del siglo XIX, percibieron la posibilidad de viajar por el aire en una máquina que no tuviera ninguna bolsa de gas. Se vieron disfrutando de esta forma de transporte con gran facilidad. Dicen que uno de los hermanos le decía al otro (cuando sus variados experimentos no salían como ellos esperaban): «No pasa nada, hermano. Puedo verme montado en esa máquina, que viaja fácilmente y con estabilidad». Esos hermanos Wright sabían lo que querían y mantenían sus imá­genes constantemente ante ellos.


Al visualizar, o crear una imagen mental, no estás procu­rando cambiar las leyes de la naturaleza. Estás cumpliendo con ellas.

Tu objetivo al visualizar es llevar las cosas a un orden normal, tanto mental como físicamente.






Cuando te das cuenta de que este método para emplear tu poder creador comporta la realización material práctica las cosas que deseas, una tras otra, tu confianza en la misteriosa pero infalible ley de la atracción, que tiene su estación central de poder en el corazón mismo de tu palabra/imagen, se vuelve suprema. Nada puede hacerla flaquear. Nunca sientes que es necesario quitarle nada a nadie. Has aprendido que el pedir y el buscar tienen como correlativos el recibir y el hallar.

Sabes que lo único que tienes que hacer es conseguir que la sustancia plástica del universo empiece a fluir hacia los moldes de pensamiento que tu imagen-deseo ofrece.










Capítulo 2
Como atraer las cosas que deseas



El poder que está dentro de ti, que te permite formar una ima­gen mental, es el punto de partida de todo lo que existe. En su estado original, es la sustancia indiferenciada e informe de la vida.

Tu imagen mental forma el molde (por así decirlo) en el que esta sustancia informe tomará forma. Visualizar o ver mentalmente las cosas y las condiciones tal como quieres que sean es el poder condensador, especializador, que está en ti y que podría ilustrarse como la lente de un proyector.

El proyec­tor es uno de los mejores símbolos de esta facultad de imaginar.
 Ilustra el funcionamiento del espíritu creador en el plano de la iniciativa y la selección (o en su forma concentrada especializadora) de una forma sumamente clara.

Esta diapositiva de una imagen ilustra tu propia imagen mental —invisible en el proyector de tu mente hasta que enciendes la luz de tu voluntad—.

 Es decir, enciendes tu deseo con la fe absoluta de que el espíritu creador de la vida, en ti, está haciendo el trabajo.

Mediante el fluir continuo de la luz de la voluntad en el espíritu, la imagen deseada es proyectada en la pantalla del mundo físico: una reproducción exacta de la diapositiva que está en tu mente.

Visualizar sin una voluntad suficientemente estable para inhibir todos los pensamientos y sentimientos contrarios a tu imagen sería tan inútil como utilizar un proyector que no tiene una luz.



Cuando empieces a visualizar en serio, es posible que sientas, como muchas otras personas, que otra persona podría estar haciendo la misma imagen que tú y, naturalmente, eso no sería adecuado para tu finalidad.

No te preocupes, si no es necesario, por esto. Simplemente intenta darte cuenta de que tu imagen es un ejercicio ordenado del poder creador universal aplicado  de forma específica.

Entonces puedes estar seguro de que nadie puede trabajar en oposición a ti.
La ley universal de la armonía lo impide.

Procura tener presente que tu imagen mental es la Mente Universal que está ejerciendo sus poderes inherentes de iniciativa y selección específicamente.

Dios, o la Mente Universal, creó al hombre con la finalidad especial de diferenciarse a través de él. Todo lo que existe, nació de la misma manera, mediante esta misma ley de autodiferenciación, y con la misma finalidad. Primero existió la idea, la imagen mental o el prototipo de la cosa, que es la cosa misma en su forma incipiente o plástica.

El Gran Arquitecto del Universo se contempló a sí mismo manifestándose a través de su opuesto polar, la materia, y la idea se expandió y se proyectó hasta que tuvimos un mundo, muchos mundos.



Mucha gente pregunta: «Pero, ¿por qué debemos tener un mundo físico?». La respuesta es:

Porque está en la naturaleza de la sustancia creadora solidificarse, bajo directrices más que actividad, del mismo modo que está en la naturaleza de la cera endurecerse cuando se enfría, o del yeso volverse firme y sólido cuando se expone al aire. Tu imagen en esta misma sustancia divina en su estado fluido toma forma a través del centro in­dividualizado de operación divina, tu mente; y no hay ningún poder que impida que esta combinación de sustancia espiritual se convierta en forma física. Está en la naturaleza del espíritu realizar su trabajo, y una idea no está realizada hasta que no ha creado para sí un vehículo.






Nada puede impedir que tu imagen adquiera una forma con­creta, excepto el mismo poder que le dio vida: tú. Supongamos que quieres tener una habitación más ordenada. Observas tu dormitorio y la idea de orden te sugiere cajas, armarios, estanterías, perchas, etcétera. La caja, el armario, las perchas, todo eso son ideas concretas de orden. Son vehículos a través de los cuales se sugieren el orden y la armonía.






Capítulo 3
La relación entre la forma mental y la forma física

Algunas personas sienten que no es del todo correcto visualizar cosas. «Es algo demasiado material», dicen. Pero la forma mate­rial es necesaria para el autoreconocimiento del espíritu desde el punto de vista individual. Y éste es el medio por el cual se lleva a cabo el proceso creativo.

 Por lo tanto, la materia, lejos de ser una ilusión y algo que no debería existir (como enseñan algunos maestros metafísicos), es el canal necesario para la autodiferenciación del espíritu. Pero no tengo intención de llevarte a un razo­namiento científico largo y cansino para eliminar el misterio de la visualización y ponerla sobre una base lógica. Naturalmente, cada persona hará esto a su manera. Mi único deseo es indi­carte el camino más fácil que conozco, que es el sendero por el que Troward me guía.

 Estoy segura de que llegarás a la conclu­sión, como lo he hecho yo, de que el único misterio en la conexión con la visualización es el misterio de la vida que toma forma, go­bernada por unas leyes inalterables y fácilmente comprensibles.
Todos poseemos más poder y mayores posibilidades de lo que creemos. Visualizar es uno de los más grandes poderes y nos hace ver otras posibilidades.
Cuando nos paramos a pensar un momento, nos damos cuenta de que para que el cosmos pueda existir, debe de ser el resultado de una mente cósmica, que une «a todas las mentes individuales a ciertas unidades de acción genéricas, produciendo así todas las cosas como reali­dades y ninguna como ilusiones».
Si tomas este pensamiento de Troward y meditas sobre él sin prejuicios, sin duda te darás cuenta de que la forma material concreta es una absoluta ne­cesidad del proceso creativo y, además, de que «la materia no es una ilusión, sino un canal necesario por el cual la vida se diferencia».

Si consideras la materia en su orden correcto como el opues­to polar del espíritu, no encontrarás ningún antagonismo entre ellos. Por el contrario, juntos constituyen un todo armonioso. Y, cuando te das cuenta de esto, sientes que en tu práctica de visualizar estás trabajando desde causa y efecto, desde el prin­cipio hasta el final. En realidad, tu imagen mental es la obra especializada del espíritu creador.


Uno podría hablar durante horas basándose en hechos pu­ramente científicos, mostrando, como dice Troward, «que la materia prima para la formación de los sistemas solares está distribuida universalmente por todo el espacio». 

Sin embargo, las investigaciones muestran que, aunque los cielos están ta­chonados con millones de soles, hay espacios que no dan nin­guna señal de actividad cósmica.

 Si esto es verdad, debe de haber algo que inició la actividad cósmica en ciertos lugares, mientras que pasó de largo por otros en los que también había materia prima disponible. Sin pensarlo mucho, uno podría atribuir el desarrollo de la energía cósmica a un medio que está distribuido uniformemente por todo el espacio, porque todas sus partículas están en equilibrio y, por lo tanto, ninguna par­tícula posee en sí misma un mayor poder para originar movi­miento que las demás.


Así pues, encontramos que el movimiento inicial, aunque trabaja en las partículas de la sustancia original, y a través de ellas, no parte de las propias partículas.

 Es ese algo al que nos referimos cuando hablamos del espíritu.

 El mismo poder que trajo a la sustancia universal a la existencia traerá tu pensamien­to individual, o tu imagen mental, a la forma física. 

No hay ninguna diferencia en el tipo de poder. La única diferencia es una diferencia de escala.

 El poder y la sustancia son iguales. Sólo que al desarrollar tu imagen mental, ésta transfiere su energía creativa de lo universal a la escala de lo particular, y funciona de la misma manera infalible desde su centro específico: tu mente.












Capítulo 4
                                                                 
El funcionamiento de tu imagen mental


Podríamos usar el funcionamiento de un gran sistema telefónico como un símil. La central principal se subdivide en muchos ramales; cada ramal está en conexión directa con su fuente, y cada rama individual, que reconoce la fuente de su existencia, informa de todo a la central.

 Por lo tanto, cuando se requiere ayuda de cualquier tipo (nuevos suministros, reparaciones difíciles, o un sinfín de otras cosas), la rama necesitada acude inmediatamente a su central. 

No se le ocurriría remitir sus dificultades, o sus éxitos, a la central principal de un sistema de telégrafo (aunque pertenezcan a la misma organización). Estas diferentes centrales de ramales saben que la única solución para cualquier dificultad debe provenir de la central desde la que fueron proyectadas.
Si nosotros, como ramas individuales de la Mente Universalremitiéramos nuestras dificultades con esta misma confianza a la fuente desde la cual fuimos proyectados, y usáramos las soluciones que nos proporcionaran, nos daríamos cuenta de lo que quiso decir Jesús cuando dijo: 

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«Pedid y recibiréis».

Todos recibiríamos nuestros equipamientos. Sin duda, el Padre debe abastecer a su hijo. 



El tronco del árbol no puede dejar de pro­porcionar los medios de vida a sus ramas.

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Todas las cosas animadas e inanimadas están llamadas a existir o a destacar por un poder que no destaca por sí mis­mo.

 El poder que crea la imagen mental, la sustancia del es­píritu creador de tu deseo imaginado, no destaca. Proyecta la sustancia de sí mismo, que es un equivalente solidificado de sí mismo, mientras que él se mantiene invisible para el ojo físi­co.

 Solamente apreciarán el valor de visualizar aquellas perso­nas que sean capaces de comprender lo que Pablo quiso decir cuando dijo:

 «Los mundos fueron creados por la palabra de Dios. Las cosas que se ven no están hechas de cosas que aparecen». No hay nada extraño o misterioso en la idea de que tu de­seo imaginado se convierta en una evidencia material. 

Ése es el funcionamiento de una ley natural universal. El mundo fue proyectado por la contemplación de sí misma de la Mente Universal, y esta misma acción está teniendo lugar en su rama individualizada, que es la mente del hombre. 

Todo lo que hay en el mundo entero se inicia en la mente y llega a la existencia exactamente de la misma manera, desde el sombrero que tienes en la cabeza hasta las botas que tienes en los pies. Todas esas cosas son pensamientos proyectados, solidificados.


Tu avance personal en la evolución depende de que uses correctamente el poder de visualizar, y el uso que hagas de él depende de si reconoces que tú, tú mismo, eres un centro particular por el cual, y en el cual, el espíritu creador está hallando una nueva expresión para las potencialidades que ya existen dentro de él. Esto es evolución; este continuo desplie­gue de pensamientos existentes a través de cosas externamente invisibles.



Tu imagen mental es la fuerza de atracción que evoluciona y mezcla la sustancia original dándole una forma específica. 

Tu imagen es la central eléctrica que mezcla y evoluciona, por así decirlo, a través de la cual el espíritu creador se expresa. Su acción creadora es ilimitada; no tiene principio y no tiene final, y siempre es progresiva y ordenada. 

«Se desarrolla etapa a etapa, siendo cada etapa una preparación necesaria para la que viene después.»


Ahora, veamos si podemos hacernos una idea de las diferen­tes etapas a través de las cuales llegan a la existencia las cosas en el mundo. 

Troward dice: «Si logramos averiguar cuál es el principio en funcionamiento que está produciendo esos resul­tados, podemos darle, muy rápida y fácilmente, una aplicación personal. Primero, vemos que el pensamiento de la vida o el espíritu creador sobre sí mismo es su simple conciencia de su propio ser, y esto produjo un primer éter, una sustancia univer­sal a partir de la cual crece todo en el mundo».


Troward nos dice también que

 «aunque esta conciencia de ser es una base necesaria para cualquier otra posibilidad, no hay mucho que decir sobre ella».

 Lo mismo ocurre con el es­píritu individualizado, que eres tú. Antes de que consideres la idea de crear una imagen mental de tu deseo como algo práctico, debes tener alguna idea de tu ser, de tu «yo soy».

 En cuanto tomas conciencia de tu cualidad de «ser», empiezas a disfrutar de la libertad que esta conciencia te sugiere. 

Quieres hacer más y más,
 y mientras realizas tu deseo en tu interior, el espíritu localizado inicia actividades conscientes en ti.


Lo que más te interesa es la acción específica del espíritu creador de la vida, la mente universal especializada.

 El germen de Dios localizado en ti es tu personalidad, tu individualidad, y puesto que la dicha de la libertad absoluta es la naturaleza inherente de este germen de Dios, es natural que se propon­ga disfrutar a través de su centro específico. Y cuando crece tu comprensión de que tu ser, tu individualidad, es Dios par­ticularizándose, desarrollas tendencias divinas de una forma natural.


  - Quieres disfrutar de la vida y de la libertad.
  - Quieres libertad en tus asuntos, así como en tu conciencia,y es natural que así sea.


 Con este deseo progresivo, siempre hay una imagen-pen­samiento borrosa. A medida que tu deseo y tu reconocimiento van convirtiéndose en un deseo intenso, ese deseo se convierte en una imagen mental clara.


Por ejemplo, una muchacha que estudia música quiere tener un piano para poder practicar en casa. Desea el piano con tanta fuerza que puede verlo mentalmente en una de las habitaciones. Mantiene la imagen del piano y se dedica a reflexionar mentalmente sobre el placer y las ventajas de tener un piano en un rincón de la sala de estar. Un día, lo encuentra ahí, tal como lo había imaginado.



A medida que vaya creciendo tu comprensión de:
 Quién eres,
 Del lugar de donde vienes,
 De cuál es la finalidad de tu ser y de cómo vas a realizar   la finalidad para la que existes,

 Te permi­tirás cada vez más tener un centro a través del cual el espíritu creador de la vida puede disfrutar. 

Y te darás cuenta de que sólo puede haber un proceso creativo que llena todo el espacio, que es el mismo en su potencialidad, tanto si es universal como si es individual.

 Además, todo lo que existe, tanto en el plano visible como en el invisible, tuvo su origen en la acción localizada del pensamiento o en una imagen mental, y eso te incluye a ti, porque tú eres espíritu universal localizado, y la misma acción creativa está teniendo lugar a través de ti.


Ahora, sin duda, te estarás preguntando por qué hay tan­tas enfermedades y miseria en el mundo.

 Si el mismo poder y la inteligencia que creó el mundo está en funcionamiento en la mente del hombre, ¿por qué no se manifiesta como fuerza, alegría, salud y abundancia? 

Si uno puede hacer que sus deseos se hagan realidad simplemente creando una imagen mental del deseo, agarrándose a él con la voluntad y haciéndolo sin ansie­dad en el plano externo, o haciendo lo que haga falta para lle­var ese deseo a su realización, entonces aparentemente no hay ningún motivo para la existencia de la enfermedad y la pobreza. Sin duda, nadie desea ninguna de esas cosas.

El primer motivo es porque pocas personas se toman la molestia de averiguar cuáles son los principios prácticos de las leyes de la vida. Si lo hicieran, pronto se convencerían de que no hay ninguna necesidad de que existan las enfermedades y la pobreza que vemos a nuestro alrededor. Se darían cuenta de que visualizar es un principio y no una falacia.


Hay algunas personas que han descubierto que vale la pena estudiar esta ley simple, pero absolutamente infalible, que las liberará de la esclavitud. Sin embargo, la raza humana en general no está dispuesta a dedicar a esos estudios el tiempo requerido. Es demasiado sencillo o demasiado difícil. Las personas crean una imagen de su deseo, con una ligera comprensión de la visualización, y la mantienen durante un día o dos, aunque con frecuencia lo hacen durante una hora, aproximadamente. Pero si insistes en verte mentalmente rodeado de las cosas y las condiciones como tú quieres que sean

comprenderás que la energía creativa envía su sustancia plástica en la dirección indicada por la tendencia de tus pensamientos.

 Ahí reside la ventaja de mantener tu pensamiento en la forma de una ima­gen mental.



Cuanto más entusiasmo y fe puedas poner en tu imagen, más rápidamente adoptará una forma visible, y tu entusias­mo crecerá si mantienes en secreto tu deseo.

 En cuanto se lo cuentas a cualquier alma viviente, en ese momento tu poder se debilita. Tu poder, tu atracción magnética, ya no es tan fuer­te y, en consecuencia, no puedes llegar tan lejos. Cuanto más perfectamente guardado esté el secreto entre tu mente y tu ser exterior, más vitalidad le darás a tu poder de atracción. Uno cuenta sus problemas para debilitarlos, para quitárselos de la mente y, cuando un pensamiento es revelado, su poder se disi­pa. Háblalo contigo mismo, e incluso escríbelo, y luego destru­ye inmediatamente el papel.


Sin embargo, esto no quiere decir que debas esforzarte enér­gicamente en obligar al poder a desarrollar tu imagen de la forma especial en que tú crees que debería hacerlo. Ese método pronto te agotará e impedirá la realización de tu fin.

 Un parien­te rico no tiene que morirse necesariamente, ni tiene alguien que perder su fortuna en la calle, para que se materialicen los 10.000 dólares que te estás imaginando mentalmente.

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Uno de los porteros del edificio en el que vivo oyó a unos visitantes que salían de mi piso hablar sobre el acto imaginar deseos mentalmente. 

El deseo promedio era de 550 dólares. Él consideró que cinco dólares eran lo más adecuado para él y empezó a visualizarlo, sin tener ni idea de dónde o cómo los iba a conseguir.



 Entre tanto, mi loro se escapó volando por la ventana, de modo que llamé por teléfono a los hombres que estaban en el patio para que lo atraparan para mí. 

Uno de ellos lo consiguió, pero el loro le mordió el dedo. El portero, que tenía los guantes puestos y no temía que el animal le hiciera una herida similar, lo agarró y subió a traérmelo. Le di cinco billetes de un dólar por el servicio. Su repentina recompensa lo sorprendió. Me contó con entusiasmo que había estado visualizando exactamente cinco dólares, simplemente porque había oído decir que otras personas visualizaban. Estaba encantado ante la inesperada realización de su imagen mental.



Lo único que tienes que hacer es crear una imagen mental así de lo que más deseas y mantenerla alegremente en su sitio con tu  voluntad, siempre consciente de que el mismo poder infinito que creó el universo te trajo a la forma con el propósito de divertirse en ti y a través de ti. Y puesto que es todo vida, amor, luz, poder, paz, belleza y alegría, y es el único poder creador que existe, la forma que adopte en ti y a través de ti depende de la dirección que tu pensamiento le haya dado. En ti está indiferenciado, esperando a tomar cualquier dirección que se le  dé cuando pase por el instrumento que él ha creado con el propósito de distribuirse.



Este poder es el que te permite transferir tus pensamientos de una forma a otra. El poder de cambiar de idea es el poder individualizado que toma la iniciativa, dando dirección a la sustancia fluida que está contenida en cada pensamiento.

 Darle a esa sustancia plástica altamente sensible cualquier forma que desees mediante la visualización es lo más sencillo del mundo. Cualquiera puede hacerlo con una pequeña dosis de esfuerzo.


Cuando realmente estás convencido de que tu mente es un centro a través del cual toma forma involuntariamente la sus­tancia plástica de todo lo que existe en tu mundo, la única razón por la que tu imagen no siempre se materializa es por­que has introducido algo que es antagónico al principio fun­damental

Con mucha frecuencia, este elemento destructivo es causado por la frecuencia con que cambias tus imágenes. 

Después de muchos de esos cambios, decides que, después de todo, lo que quieres es tu deseo original. Al llegar a esta con­clusión, empiezas a preguntarte por qué, «siendo la primera imagen», no se ha materializado. La sustancia plástica con la que estás tratando mentalmente es más sensible que la película fotográfica más sensible. Si, al tomar una fotografía, recuerdas súbitamente que ya habías tomado otra fotografía en esa mis­ma placa, no puedes esperar un resultado perfecto en ninguna de las dos imágenes.


Por otro lado, es posible que hayas tomado dos fotografías en la misma placa sin darte cuenta. Cuando la placa es revelada y aparece la imagen, tú no condenas al principio de la foto­grafía, ni te quedas perplejo, pues comprendes por qué tu fo­tografía ha salido de una forma tan insatisfactoria.

No sientes que es imposible que puedas obtener una imagen buena, clara, del sujeto en cuestión. 

Sabes que puedes hacerlo simplemente empezando de nuevo desde el principio, poniendo una nueva placa y decidiendo ser más cuidadoso al tomar la fotografía la próxima vez.

 Cuando sigues estas pautas, estás seguro de obtener un resultado satisfactorio. Si actúas de la misma ma­nera con tu imagen mental, cumpliendo con tu parte con un estado mental igualmente confiado, el resultado será igual de perfecto.


Las leyes de la visualización son tan infalibles como las leyes que gobiernan la fotografía. De hecho, la fotografía es el re­sultado de visualizar. Una vez más, tus resultados al visualizar y tus deseos pueden ser imperfectos o retrasarse a causa de un mal uso de este poder, debido al pensamiento de que la reali­zación de tu deseo depende de ciertas personas o condiciones.

 El principio creador no depende, en modo alguno, de ninguna persona, lugar o cosa. No tiene pasado y no conoce ningún futuro.

La ley dice que el principio creador de la vida es «el aquí universal y el ahora eterno».

 Crea sus propios vehículos a través de los cuales opera. 

Por lo tanto, las experiencias del pasado no tienen nada que ver con tu imagen actual. Así que no intentes obtener tu deseo a través de un canal que puede no ser natural para él, aunque te parezca razonable. 

Tu sentimiento debería ser que la cosa, o la conciencia, que tanto deseas es normal y natural, una parte de ti, una forma de tu evolución. Si puedes hacer esto, no hay ningún poder que pueda impedirte disfrutar de la realización de la imagen con la que estás trabajando, o de cualquier otra.








Capítulo 5
Expresiones de los principiantes


Cientos de personas se han dado cuenta de que «visualizar es parecido a tener una lámpara de Aladino para todo aquel que cuenta con una voluntad poderosa». 

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El general Foch dice que se sentía tan indignado durante la guerra franco-prusiana en 1870, que se visualizó conduciendo a un ejército francés a la victoria contra los alemanes. Dijo que había creado esta imagen, se había fumado una pipa y había esperado. Este es un resultado del  acto visualizar que todos conocemos.
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El invierno pasado, una famosa actriz escribió un largo artículo en uno de los principales periódicos dominicales en el que describía cómo se deshizo de un exceso de grasa corporal y de peso visualizando constantemente su figura tal como quería que fuera.
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Mientras  estaba dando unas conferencias en Nueva York, recibí una interesante carta de la esposa de un médico. Empezaba diciendo que esperaba que yo nunca dejara de dar conferencias sobre la visualización, con las que hacía posible que la huma­nidad se diera cuenta del maravilloso hecho de que poseía en su interior el método para su liberación. Refiriéndose a su pro­pia experiencia, me decía que había nacido en el lado este de Nueva York, en el barrio más pobre.

 Desde su más temprana infancia había albergado el sueño de casarse algún día con un médico.

 Este sueño se había convertido gradualmente en una imagen mental fija. El primer empleo que consiguió fue como niñera en la familia de un médico


Tras dejar a esa familia, entró a trabajar con la familia de otro médico. La esposa de su jefe murió y, con el tiempo, el médico acabó casándose con ella: el resultado de un anhelo imaginado durante mucho tiempo.

 Después de eso, tanto ella como su marido concibieron la idea de tener una granja agríco­la en el sur de Estados Unidos. Formaron la imagen mental de la idea y pusieron su fe en que acabara cumpliéndose.

 La carta que me enviaba venía de su granja en el sur. La esposa del mé­dico la había escrito estando ahí. Su segunda imagen mental había visto la luz de la materialización.




Cada día me llegan muchas cartas de características simila­res. El siguiente es un caso que apareció en el diario New York Herald en mayo de 1921:

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«Atlantic City, 5 de mayo. Era una mujer anciana y hoy, cuando fue llevada ante el juez Clarence Goldenberg en el tri­bunal de policía, estaba tan débil y cansada que a duras penas podía tenerse en pie.

 El juez preguntó al guarda del tribunal de qué se la acusaba. "De robar una botella de leche, su seño­ría", replicó el oficial. 

"Lo cogió de la entrada de una casita en el centro de la cuidad al amanecer, esta mañana." "¿Por qué hizo eso?", le preguntó a la anciana el juez Goldenberg.


 "Tenía hambre", dijo ella. "No tenía ni un centavo y no tenía forma de conseguir nada para comer, excepto robándolo. Pensé que a na­die le importaría que me llevara una botella de leche."


 "¿Cuál es su nombre?", preguntó el juez. 


"Weinberg", dijo la anciana, "Elizabeth Weinberg".

El juez Goldenberg le hizo algunas pre­guntas sobre su persona y luego dijo:


"Bueno, ahora no es usted muy rica, pero ya no es pobre. 
Llevo meses buscándola. Tengo 500 dólares que le pertenecen, de la herencia de un familiar suyo. Yo soy el albacea del testa­mento".»




El juez Goldenberg pagó la multa de la mujer de su propio bolsillo y luego la llevó a su oficina, donde le entregó su he­rencia y envió a un policía a que le encontrara un sitio donde hospedarse.



Más tarde me enteré de que esta mujer menuda había estado deseando e imaginando mentalmente 500 dólaresal tiempo que ignoraba cómo podrían llegar a ella. Pero mantuvo su vi­sión y la fortaleció con su fe.




En un número reciente de la revista GoodHousekeeping había un artículo escrito por Addington Bruce, titulado «Fortalecer sus agallas mentales». Es sumamente instructivo y beneficiaría a cualquiera que lo leyera.


En una parte, dice: «El hábito de dedicar unos pocos momentos cada día a pensar en su trabajo a lo grande, de una forma amplia e imaginativa, es una necesidad vital para usted y un servicio útil para la sociedad».

 


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Huntington el gran magnate ferroviario, antes de empezar a construir la vía que iba de costa a costa, dijo que había to­mado cientos de viajes a lo largo de la línea antes de que la vía  estuviera construida.


 Dicen que se sentaba durante horas con un mapa de los Estados Unidos delante de él y viajaba mental­mente de costa a costa, exactamente como lo hacemos ahora en su imagen mental realizada. Podría llamar tu atención con cientos de casos similares.


El mejor método de imaginar aquello que deseas es, a la vez, sencillo y agradable, si comprendes el principio que está detrás lo bastante bien como para creerlo.

 En primer lugar y por enci­ma de todo, asegúrate de saber qué es lo que realmente quieresA continuación, especializa tu deseo siguiendo esa dirección.







Capítulo 6
Sugerencias para crear tu imagen mental


Quizás desees sentir que has vivido con alguna finalidad. Quieres estar satisfecho y feliz sientes que con una buena salud y un negocio exitoso podrías disfrutar de ese estado de ánimo. 

Cuando finalmente has decidido, de una vez por todas, qué es lo que quieres, entonces empiezas a imaginarte sano, y que tu negocio es un éxito tan grande como puedes llegar a concebir naturalmente.


El mejor momento para crear y definir tu imagen es justo antes de desayunar y antes de retirarte a dormir por la noche. 


Puesto que es necesario que te concedas una gran cantidad de tiempo, podría ser necesario que te levantases más temprano que de costumbre.

  Entra  en una habitación en la que nadie te moleste, medita durante unos minutos sobre el funcionamiento práctico de la ley de la visualización y pregúntate: «¿Cómo llegaron a existir las cosas que me rodean?», « ¿En qué me puede ayudar entrar en contacto más rápidamente con el suministro invisible?».


Alguien pensó que la comodidad se expresaría y se experi­mentaría mejor si la persona estuviera sentada en una silla, y no en el suelo.


 

SOY UN IMAN ATRAIGO LO POSITIVO - EL PODER INTERIOR


En el comienzo de la meditación, la silla represen­taba el deseo de estar cómodo. Con ello llegó la imagen de una especie de silla. Este mismo principio se aplica al sombrero y a la ropa que vistes. Entra detenidamente en esta idea del principio que está detrás de la cosa. Establécela como una experien­cia personal; conviértela en una realidad para tu conciencia.
Si eres concienzudo al hacerlo, te encontrarás en la pro­funda conciencia que está debajo de la superficie de tu propio poder de pensamiento. Entonces, abre una ventana, respira profundamente unas diez veces y, durante ese tiempo, dibuja un gran círculo imaginario de luz a tu alrededor. Mientras inspiras (manteniéndote en el centro de este círculo de luz) visualiza grandes rayos de luz provenientes del círculo penetrando en tu cuerpo en todos los puntos, centralizándose en  tu plexo solar.
Contén la respiración unos momentos en esta luz central tu cuerpo (el plexo solar) y luego espira lentamente. Mientras haces esto mentalmente, debes ver rayos imaginarios, o chorros de luz, que suben por el cuerpo, y luego bajan y salen por los pies. Mentalmente, rocía todo tu cuerpo con esta luz imaginaria. Cuando hayas terminado el ejercicio de respiración siéntate en una silla recta y cómoda y hazte saber mentalmente que sólo hay una vida, una sustancia, y que esa sustancia de vida del universo está encontrando placer al reconocerse en ti. Repite algunas afirmaciones de este tipo hasta que sientas la verdad y la realidad de las palabras que estás pronunciando. A continuación, empieza a crear tu imagen.
Tanto si tu deseo es tener un estado de conciencia como poseer algo, pequeño o grande, empieza desde el principio. Si  quieres una casa, empieza viéndote en el tipo de casa que deseas. Recórrela toda, fijándote detenidamente en las habitaciones, en dónde están las ventanas y en otros detalles de ese tipo, ya que te ayudarán a sentir la realidad de tu concepto.
Podrías cambiar algunos muebles y mirarte en algunos de los espejos simplemente para comprobar lo sano, rico y feliz que te ves. Vuelve a repasar ni imagen una y otra vez hasta que sientas que es real.  Luego, ponlo todo por escrito, exactamente como lo has visto, con la sensación  de que «Lo mejor de lo mejor es mío. No hay ningún límite para mí, porque mi mente es un centro de operación divina», y tu imagen se hará realidad con la misma certeza con que, en tu mundo físico, el sol brillará.






Capítulo 7
Cosas que hay que recordar
Al usar el poder de tu pensamiento para la producción de nue­vas circunstancias, considera los siguientes puntos:
1.    Asegúrate de saber qué circunstancias deseas producir. Luego sopesa cuidadosamente a qué otros resultados te lle­vará la realización de tu deseo.
2.    Al dejar que tu pensamiento se recree en una imagen men­tal, estás concentrando el espíritu creador en ese centro, donde todas sus fuerzas están igualmente equilibradas.
3.    Visualizar lleva tu mente objetiva a un estado de equilibrio que te permite dirigir conscientemente el fluir del espíritu  hacia un fin claramente reconocido y guiar con cuidado tu forma de pensamiento para que no fluya en la dirección opuesta.
4.    Siempre debes tener presente que estás tratando con una maravillosa energía potencial —que todavía no está diferenciada en ningún molde particular, y que por la acción de tu mente puede diferenciarse encajando en cualquier molde que tú desees—. Tu imagen  te ayuda a mantener tu mente fija en el hecho de que está teniendo lugar la afluencia de esta energía creativa. Además, con tu imagen mental estás determinando la dirección que quieres que tome el poder creador sensible, y al hacerlo la exteriorización de tu imagen se convierte en una certeza.
5.    Recuerda que cuando estás visualizando correctamente no hay ningún esfuerzo enérgico en tus pensamientos para mantener tus formas de pensamiento en su sitio. El esfuer­zo enérgico acaba con tu finalidad y sugiere la conciencia de una fuerza adversa contra la que hay que luchar, y esto crea condiciones adversas para tu imagen.
6.    Al mantener tu imagen con un estado de ánimo alegre, de­jas fuera a todos los pensamientos que dispersarían el núcleo espiritual de la misma. Puesto que la ley es creativa en su acción, tu deseo imaginado se realizará con certeza.
7.    La séptima e importante cuestión que debes recordar al vi­sualizar es que estás creando una imagen mental con la fi­nalidad de determinar la cualidad que le estás dando a la sustancia y la energía anteriormente indiferenciadas, y no or­ganizando las circunstancias específicas para su manifesta­ción. Ésa es tarea del propio poder creador. Él construirá sus propias formas de expresión con bastante naturalidad, si tú se lo permites, y te ahorrará un montón de ansiedad inne­cesaria. Lo que realmente quieres es una expansión en cierta dirección, ya sea de salud, riqueza o cualquier otra cosa, y mientras la consigas (como, sin duda, lo harás, si mantienes tu imagen con confianza) qué importa si te llega a través de un canal con el que creías que podías contar o a través de algún otro canal cuya existencia desconocías del todo. Estás concentrando energía de un determinado tipo para una fi­nalidad particular. Ten esto en mente y deja que los detalles específicos se ocupen de sí mismos, y jamás menciones tu intención a nadie.
Recuerda siempre que la naturaleza, desde su superficie cla­ramente visible hasta sus más misteriosas profundidades, es un inmenso almacén de luz y de bien totalmente dedicados a tu uso individual. Tu unidad consciente con el gran todo es el secreto del éxito, y cuando hayas comprendido esto podrán disfrutar de la posesión de la totalidad o de una parte de ella a voluntad, porque mediante tu reconocimiento la has hecho tuya y puedes hacerlo cada vez más.
Jamás olvides que todas las cosas físicas, tanto si están a tu favor como si están en tu contra, fueron un pensamiento soste­nido antes de convertirse en cosas.
El pensamiento como pensamiento no es ni bueno ni malo; es acción creativa, y siempre adopta una forma física.
Por lo tanto, los pensamientos en los que insistes se convierten en cosas que posees o no posees.




Capítulo 8
Por qué me dediqué a estudiar la ciencia mental
A menudo me han preguntado por los motivos por los que empecé a estudiar la ciencia mental  y acerca de los resultados de mi búsqueda, no sólo en cuanto al conocimiento de los principios, sino también a la aplicación de dichos conocimientos en el desarrollo de mi propia vida y experiencia.
Estas preguntas son justificables porque alguien que intenta realizar el papel de mensajero y enseñar las verdades psicológicas sólo puede ser efectivo y convincente si él, o ella, las ha probado en el laboratorio de la experiencia mental. Esto se aplica especialmente a mi caso, pues fui la única alumna de Thomas Troward, el más grande maestro de la ciencia mental de la actualidad, cuyas enseñanzas se basan en la relación entre la mente individual y la mente creativa universal, que es la dadora de viday la forma en que esa relación puede ser invocada para asegurar la expansión y una expresión más plena de la vida individual.
Lo que me impulsó inicialmente a estudiar la ciencia mental fue una abrumadora sensación de soledad. A toda vida llegan experiencias de aislamiento espiritual, como las que en aquella época predominaban en mi vida. A pesar del hecho de que cada día me encontraba con amigos, rodeada de regocijo y ale­gría, tenía la persistente sensación de que estaba sola en el mun­do. Había enviudado tres años atrás y había estado viajando de país en país, buscando la serenidad de ánimo.
Las circunstancias y el entorno de mi vida eran tales que mis amigos me consideraban una joven inusualmente afor­tunada. Aunque reconocían que había sufrido una gran pér­dida cuando mi marido murió, sabían que me había dejado en una buena situación económica, libre para ir a cualquier lugar cuando quisiera y con muchos amigos. Sin embargo, si mis amigos hubieran podido penetrar en mis emociones más íntimas, habrían encontrado un profundo sentimiento de va­cío y aislamiento. Ese sentimiento estimuló en mí un espíritu inquieto que me impulsó cada vez más a una infructuosa bús­queda en el exterior de algo que más tarde comprendí que sólo podía obtenerse en el interior.
Estudié la ciencia cristiana, pero no me proporcionó nin­gún consuelo, aunque me di cuenta plenamente del gran tra­bajo que estaban realizando los científicos, e incluso tuve el placer y el privilegio de conocer a la señora Eddy personalmente. Pero me resultaba imposible aceptar las enseñanzas fundamentales de la ciencia cristiana y hacer una aplicación práctica de ellas.
Estaba a punto de abandonar la búsqueda de felicidad y de resignarme a retomar mi vida de aparente diversión, cuando una amiga me invitó a visitar al gran vidente y maestro Abdul Baha. Después de entrevistarme con ese hombre tan maravi­lloso, mi búsqueda de alegría empezó a dar un giro. El me dijo que viajaría por todo el mundo buscando la verdad y que, cuando la hallara, hablaría de ella. En aquel momento, el cum­plimiento de esa afirmación de ese gran vidente me pareció im­posible. Pero contenía una dosis de ánimo y, al menos, indicaba que mi búsqueda anterior había ido en la dirección equivocada. De una forma débil e insegura, empecé a encontrar alegría en mi interior, porque Abdul Baha me había dado a entender que hallaría la verdad. Eso era lo importante, y prácticamente lo único que yo recordaba de nuestra entrevista.
Unos días más tarde, al visitar el despacho de un practican­te del Nuevo Pensamiento, me llamó la atención un libro que estaba sobre su mesa, titulado Las conferencias de Edimburgo so­bre ciencia mental, de Thomas Troward. Me sorprendió ver que Troward era un juez retirado del Punjab, en la India. Compré el libro, pensando que lo leería esa misma tarde. Muchos han intentado hacer lo mismo, pero se han encontrado, igual que yo, con que el libro debe ser estudiado para ser comprendido, y cientos de personas han decidido, como lo hice yo, dedicarle toda su atención.
Después de haber encontrado este libro, que era un tesoro, me fui al campo durante unos días y, mientras estaba ahí, estudié el volumen lo más minuciosamente que pude. Me pareció extremadamente difícil y decidí comprar otro libro de Troward, con la esperanza de que su estudio no requeriría tanto esfuerzo. Al preguntar, me dijeron que el volumen siguiente, Las conferencias de Dore, era mucho más sencillo y era el mejor de los dos libros. Tardé semanas y meses en tener siquiera una vaga idea del significado del primer capítulo de Dore, que se titulaba «Entrar en el espíritu de ello». Con esto quiero decir que tardé meses en entrar en el espíritu de lo que estaba leyendo.
Pero, entre tanto, un párrafo de la página 26 llamó mi aten­ción porque me pareció que era lo más grande que había leído jamás. Lo memoricé y me esforcé con toda mi alma en entrar en el espíritu de las palabras de Troward. El párrafo dice: «Mi mente es un centro de operación divina. La operación divina es siempre para la expansión y para una expresión más plena, y esto significa la producción de algo que va más allá de lo que ha existido antes, algo enteramente nuevo, no incluido en la experiencia anterior, aunque proveniente de ella mediante una secuencia ordenada de crecimiento. Por lo tanto, puesto que lo divino no puede cambiar su naturaleza inherente, debe operar de la misma manera conmigo; en consecuencia, en mi propio mundo especial, del cual yo soy el centro, avanzará para produ­cir nuevas condiciones, siempre por delante de cualquiera que haya existido anteriormente».
Fue necesario un esfuerzo por mi parte para memorizar este párrafo, pero en el esfuerzo hacia este fin, las palabras parecían llevar consigo un cierto estímulo. Cada repetición del párrafo hacía que me resultara más fácil entrar en su espíritu. Las palabras expresaban exactamente lo que yo había estado buscando. Mi único deseo era tener serenidad de ánimo. Encontré recon­fortante creer que la operación divina en mí podía expandirse hacia una expresión más plena y producir cada vez más alegría —en realidad, una serenidad de ánimo y un grado de satisfac­ción mayores de los que había conocido jamás-. El párrafo me inspiró todavía más un profundo interés por sentir que la chispa de vida en mí podía traer a mi vida algo completamente nuevo. No deseaba borrar mis experiencias del pasado, pero continuar a partir de ellas traería algo nuevo que trascendería cualquier cosa que yo hubiera experimentado antes.
La meditación sobre estas afirmaciones trajo consigo un cierto sentimiento de alegría. Qué maravilloso sería si yo pu­diera aceptar y creer sinceramente, sin ningún atisbo de duda, que esa afirmación de Troward era verdad. Ciertamente, lo divino no podía cambiar su naturaleza inherente, y puesto que la vida divina está actuando en mí, debo de estar divinamente habitada, y lo divino en mí debe de operar de igual manera que opera en el plano universal. Esto significaba que todo mi mundo de circunstancias, amigos y condiciones acabaría siendo un mundo de alegría y disfrute, del cual «Yo soy el centro". Todo esto ocurriría en cuanto yo fuera capaz de controlar mi mente y, por ende, proporcionar un centro concreto alrededor del cual las energías divinas pudieran jugar.
Sin duda, valía la pena probarlo. Si Troward había hallado esta verdad, ¿por qué yo no? La idea hizo que me ciñera a mi tarea. Más adelante decidí estudiar con el hombre que había realizado y entregado al mundo una afirmación tan maravillosa. Me había hecho salir de mi estado de desaliento. La dificultad inmediata era que necesitaba más dinero.



Capítulo 9


Cómo atraje veinte mil dólares


En el laboratorio de experiencias en el que mi recién revelada relación con la operación divina debía ser probada, el primer problema fue económico. Mis ingresos eran los que habían sido estipulados, los cuales eran suficientes para cubrir mis necesidades diarias, pero no parecían ser suficientes para permitirme viajar cómodamente a Inglaterra, donde vivía Troward, y quedarme ahí durante un período indefinido para estudiar con un maestro tan grande como debía de ser él. De modo que, antes de averiguar si Troward aceptaba alumnos o, en caso de que lo hiciera, si  yo cumplía con los requisitos, empecé a utilizar el párrafo que había memorizado. Todos los días, de hecho, prácticamente a todas horas, las palabras estaban en mi mente: «Mi mente es un centro de operación divina, y operación divina significa expansión hacia algo mejor que lo que ha existido antes». En el libro dedicado a las conferencias de Edimburgo había leído  algo sobre la ley de atracción y en el capítulo de «Causas y condiciones» había obtenido una vaga idea de lo que era visualizar. De modo que, cada noche, antes de irme a dormir, creaba una imagen mental de los veinte mil dólares que deseaba. Cada noche, en mi dormitorio, contaba veinte billetes de mil dólares y, luego, con la idea de impresionar mi mente de una forma más enfática con el hecho de que esos veinte mil dólares  eran para ir a Inglaterra y estudiar con Troward, escribía lo que imaginaba. Me veía comprando un billete para el buque de vapor, caminando de aquí a allá en la cubierta del barco que va de Nueva York a Londres y, por último, me veía siendo aceptada como alumna de Troward.
Este proceso se repetía cada mañana y cada noche, siempre grabando más y más plenamente en mi mente la afirmación de Troward que había memorizado: «Mi mente es un  centro  de operación divina». Me esforzaba por mantener esta afirmación en la parte posterior de mi conciencia todo el tiempo sin tener en la mente ningún pensamiento sobre cómo podría conseguir el dinero. Probablemente la razón por la cual no había ningún pensamiento sobre los caminos por los que el dinero podría llegar a mí era porque no podía imaginar que de dónde podrían venir los veinte mil dólares. De modo que simplemente mantuve mi pensamiento firme y dejé que el poder de atracción encontrara sus propios caminos y medios.
      Un día, mientras estaba caminando por la calle, haciendo mis ejercicios de respiración profunda, me vino un pensamiento: «Mi mente es, sin duda, un centro de operación divina. Dios llena todo el espacio, entonces Dios debe de estar también en mi mente. Si quiero este dinero para estudiar con Troward  para poder conocer la verdad de la vida, entonces tanto el dinero como  la verdad deben ser míos, aunque todavía no soy capaz de sentir o ver las manifestaciones físicas de ninguna de las dos cosas», declaré. «Deben ser míos.»
      Mientras tenían lugar estas reflexiones en mi mente, un pensamiento pareció venir de mi interior: «Yo soy toda la sustancia que existe». Luego, de otro canal de mi cerebro, pareció que venía la respuesta: «Por supuesto que es así: todo debe tener su inicio en la mente. El "yo", la idea, debe ser la sustancia única y original que existe, y eso significa dinero, así como todo lo demás». Mi mente aceptó esta idea e inmediatamente toda la tensión de la mente y el cuerpo desapareció.
Tenía una sensación de absoluta certeza de estar en contacto con todo el poder que la vida tiene para dar. Todo pensamiento sobre el dinero, sobre el maestro, o incluso sobre mi propia personalidad se desvaneció en la gran corriente de alegría que recorrió todo mi ser. Seguí caminando mientras ese sentimiento de alegría iba aumentando constantemente y expandiéndose, hasta que todo lo que me rodeaba pareció brillar con una luz  resplandeciente. Cada persona junto a la que pasaba estaba tan iluminada como yo.  Toda conciencia de la personalidad había desaparecido y en su lugar llegó esa estupenda y casi abrumadora sensación de  alegría y satisfacción.
Aquella noche, cuando desarrollé mi imagen de los veinte mil dólares, fue con un aspecto completamente distinto. En las ocasiones anteriores, mientras creaba mi imagen mental, había sentido que estaba despertando algo en mí. Esta vez no hubo ninguna sensación de esfuerzo. Simplemente conté los veinte mil dólares. Luego, de una forma totalmente inesperada, proveniente de una fuente de la que yo no era consciente en esos momentos, pareció abrirse un posible camino por el que el dinero podría llegar a mí.
Al principio me costó un gran esfuerzo no emocionarme. Me parecía tan maravilloso, tan glorioso, estar en contacto con la fuente de suministro. Pero, ¿no había advenido Troward a sus lectores que mantuvieran toda excitación fuera de sus mentes cuando se dieran cuenta por primera vez, de la unión con el suministro infinito, y que trataran este hecho como el resultado perfectamente natural que se había conseguido con nuestra petición? Esto me resultaba todavía más difícil que mantener el pensamiento de que «yo soy toda la sustancia que existe; yo (idea) soy el principio de toda forma, visible o invisible».
En cuanto se presentaba una circunstancia que indicaba la dirección por la cual podrían aparecer los veinte mil dólares,  yo no sólo hacía un esfuerzo supremo por contemplar con calma la dirección indicada como el primer brote de la semilla que había sembrado en lo absoluto, sino que no dejaba piedra por mover para seguir esa dirección cumpliendo con mi parte. Cuando lo hacía, una circunstancia parecía llevar naturalmente a otra, hasta que, paso a paso, conseguí mis deseados veinte mil dólares. Mi mayor esfuerzo fue mantener mi mente equilibrada y libre de excitación.
El primer fruto concreto de mi estudio de la ciencia mental tal como se explicaba en el libro de Troward había llegado porque yo había seguido minuciosamente los métodos que él describía. En esta explicación, por lo tanto, el mejor regalo que puedo ofrecer al lector es citar el libro de Troward, Las  conferencias de Edimburgo sobre ciencia mental, del cual se puede obtener una idea completa de la línea de acción que yo estaba  esforzándome por seguir. En el capítulo sobre causas y condicionesdice: «Para obtener buenos resultados, debemos enten­der correctamente nuestra relación con el gran poder impersonal que estamos  utilizando. Es inteligente, y nosotros somos inteligentes, y las dos inteligencias deben cooperar.
»No debemos actuar irracionalmente ante la ley, esperando que haga por nosotros lo que sólo puede hacer a través de  nosotros. Por lo tanto, debemos usar nuestra inteligencia con el conocimiento de que está actuando como instrumento de una inteligencia mayor ypuesto que tenemos este conocimiento, podemos y debemos cesar toda ansiedad con respecto al resultado final.
» En la práctica, debemos primero formarnos el concepto ideal de nuestro objetivo, con la intención clara de grabarlo en la mente universal (éste es el pensamiento que hace que ese tipo de pensamiento salga de la región de las meras quimeras casuales) y luego afirmar que nuestro conocimiento de la ley es motivo suficiente para tener la serena expectativa de obtener el resultado correspondiente y que, por lo tanto, todas las condiciones necesarias se nos presentarán en el orden debido. Entonces podemos dedicarnos a los asuntos de nuestra vida diaria con la  tranquila seguridad de que las condiciones iniciales ya están ahí o pronto estarán a la vista. Si no las vemos inmediatamente, debemos estar contentos con el conocimiento de que el prototipo espiritual ya existe y esperar a que empiece a aparecer alguna circunstancia que apunte en la dirección deseada.
»Podría tratarse de una circunstancia muy poco importante pero es la dirección, y no la magnitud, lo que debemos tener  en cuenta. En cuanto la veamos, deberíamos considerarla como el primer brote de la semilla sembrada en lo absoluto, y actuar con calma, sin excitación, sea lo que sea lo que las circunstancias exijan. Entonces, más adelante, veremos que esa forma de actuar nos conducirá a otra circunstancia, en la misma dirección, hasta que descubriremos que estamos siendo llevados paso a paso, a la realización de nuestro objetivo.
»De esta manera, la comprensión del gran principio de la ley del suministro, a través de las continuas experiencias,  nos alejará de una forma cada vez más absoluta de nuestros pensamientos ansiosos y de nuestros esfuerzos penosos, y nos llevará a un nuevo mundo en el que el empleo útil de todos nuestros poderes, ya sean mentales o físicos, no será más que un despliegue de nuestra individualidad de acuerdo con su propia naturaleza y, por ende, a una perpetua fuente de salud y felicidad: sin duda, un incentivo suficiente para estudiar detenidamente las leyes que gobiernan la relación entre la persona y la Mente Universal».
Entonces, al igual que ahora, me pareció que esa cita describía el núcleo y el centro del método y el enfoque necesario para entrar en contacto con el suministro infinito. Al menos esta cita, como la anterior de «Mi mente es el centro de operación divina»; etcétera, constituía el único medio aparente para atraer hacia mí los veinte mil dólares. Mi continuo esfuerzo por entrar en el espíritu de estas afirmaciones y por atraer esa suma que necesitaba, duró aproximadamente unas seis semanas.  Al final de ese período, ya tenía en mi cuenta bancaria los veinte mil dólares requeridos. Podría convertir esto en una larga historia, dando todos los detalles, pero los hechos, tal como los he narrado, te darán una idea clara de la condición magnética de mi mente mientras los veinte mil dólares encontraban su camino para llegar a mí.






Capítulo 10
Cómo me convertí en la única alumna
personal del más grande científico mental de la actualidad



En cuanto tuve la idea de estudiar con Troward, Ie pedí a un amigo mío que le escribiera de mi parte, porque sentía que quizás él podría expresar mejor mi deseo, o hacerlo en términos más persuasivos de los que yo podría emplear. Ninguna de las cartas escritas por mi amigo recibió ni una sola respuesta. Eso fue tan desalentador que podría haber renunciado del todo a la idea de convertirme en alumna de Troward, pero me Io impedía la experiencia que había tenido aquel día en la calle, cuando todo mi mundo se iluminó, y recordé la promesa: «Todas las cosas que deseéis, creed que ya las habéis recibido, y las recibiréis».
Teniendo presente esta experiencia, organicé mi viaje a Inglaterra, a pesar del hecho de que, aparentemente, mis cartas habían sido ignoradas. Sin embargo, volvimos a escribir y finalmente recibimos una respuesta muy formal, pero sumamente positiva. Troward no aceptaba alumnos; no tenía tiempo para dedicar a un alumno. A pesar de esta decisión definitiva, me negué a desanimarme, gracias al recuerdo del día en el que vinieron a mí la luz y el pensamiento de «yo soy toda la sustan­cia que existe». Al parecer, podía volver a vivir esa experiencia a voluntad, y con ella llegaba siempre una oleada de valor y energía renovada. Viajamos a Londres y desde ahí telegrafia­mos a Troward, pidiéndole una entrevista. El telegrama fue respondido inmediatamente y en él fijaba la fecha en la que podría recibirnos.
En aquella época, Troward estaba viviendo en Ruan Manor, un pequeño lugar perdido en el sur de Inglaterra, a unos trein­ta y dos kilómetros de la estación de ferrocarril. No pudimos encontrarlo en el mapa y, con grandes dificultades, la Cook's Touring Agency de Londres localizó el lugar para nosotros. Había muy pocas dudas en mi mente sobre lo que Troward me diría durante la entrevista. Siempre había mantenido la sensa­ción de que la verdad era mía y de que crecería y se expandiría en mi conciencia hasta que la paz y el contento fueran mani­festaciones externas, así como internas, de mi vida individual.
Llegamos a la casa durante una tormenta tremenda y fuimos cordialmente recibidos por el propio Troward, el cual, para mi sorpresa, parecía más un francés que un inglés (posteriormente me enteré de que era descendiente de los hugonotes). Era un hombre de estatura mediana, con una cabeza bastante grande, una gran nariz y unos ojos que danzaban limpiamente con alegría. Cuando nos hubo presentado a todos los demás miembros de su familia y después de darnos una taza de té caliente, fuimos invitados a la sala de estar, donde Troward  nos habló muy libremente de todo, excepto de mi propuesta de estudios. Parecía prácticamente imposible llevarlo hacia ese tema.
No obstante, justo antes de partir, le pregunté atrevidamente: «¿Por qué no reconsidera su decisión de aceptar una alumna personal? Tengo tantos deseos de estudiar con usted», a lo que él respondió, con suma indiferencia, que no sentía que pudiera dedicarle el tiempo que requeriría para la formación personal, pero que estaría encantado de darme los nombres de dos o tres libros que consideraba que no solo serían interesantes para mí, sino también instructivos. Dijo que se sentía muy halagado y complacido por el hecho de que yo hubiera venido desde los Estados Unidos para estudiar con él, y al salir, mientras caminábamos por el jardín de su casa hasta el coche se comportó de una forma mucho menos indiferente. Un sentimiento de compasión pareció tocar su corazón y se volvió hacia mí, haciendo el siguiente comentario: «Podría escribirme si le apetece, cuando llegue a París, y quizás en otoño, si tengo tiempo, podríamos organizar algo, aunque no me parece que sea posible ahora».
No perdí el tiempo ante su amable invitación a escribirle, todas mis cartas fueron respondidas rápida y educadamente, pero jamás hubo ni una palabra de ánimo respecto a mi pro­puesta de estudios. Finalmente, unos dos meses más tarde llegó una carta que contenía la pregunta: «¿Cuál cree que es el significado de este versículo en el capítulo 21 del Apocalipsis?».
«16. La ciudad es un cuadrado, y su longitud es igual que su anchura. Midió la ciudad con la medida: dos mil doscientos veinte kilómetros. Su longitud y su anchura y su altura son iguales.»

Instintivamente supe que mi oportunidad de estudiar con Troward dependía de que le diera la respuesta correcta a esa pregunta. La definición del versículo parecía estar absoluta­mente fuera de mi alcance. Como es natural, a mi mente lle­gaban respuestas, pero yo sabía intuitivamente que ninguna era la correcta. Abogados, médicos, curas, monjas y clérigos de todo el mundo recibieron cartas mías que contenían esta pregunta. Más tarde, empezaron a llegarme las respuestas, pero la intuición me decía que ninguna era la correcta. Entre tanto, me esforzaba por encontrar la respuesta yo sola, pero no pare­cía encontrar ninguna. Memoricé el verso con la finalidad de meditar sobre él.
Inicié una búsqueda en París de los textos que Troward me había recomendado, y después de dos o tres días buscando, cruzamos el río Sena hasta la Île de Cité para visitar algunas librerías antiguas que ahí había. Los libros estaban agotados, y aquellos eran los mejores lugares para encontrarlos. Finalmente, nos topamos con una tienda pequeña que los tenía. Eran los últimos ejemplares que tenía el hombre y, en consecuencia, su precio era elevado. Mientras me quejaba con el dependiente, mi mirada descansó sobre la obra de un astrólogo. La cogí riendo y pregunté: «¿Usted cree que el profesor leería mi horóscopo?». El hombre pareció horrorizado ante mi sugerencia y respondió «Oh, no, madame, ése es uno de los más grandes astrólogos de Francia. Él no lee horóscopos».
A pesar de su respuesta, surgió un persistente impulso en mi interior de ir a ver a ese hombre. La amiga que me había acompañado en mi búsqueda de libros puso reparos e intentó por todos los medios disuadirme de ir a ver al famoso astrólogo, pero insistí y ella me acompañó. Cuando llegamos a su des­pacho, me pareció un tanto embarazoso pedirle que me leyera mi horóscopo. No obstante, no podía hacer otra cosa, excepto plantear mi pregunta. De mala gana, el profesor nos invitó a pasar a su estudio sembrado de papeles y, también de mala gana y con impaciencia, nos pidió que nos sentásemos. Muy educada y fríamente, me dijo que él no leía horóscopos. Todo su ademán decía más claramente que las palabras que deseaba que nos fuésemos.
Mi amiga se puso de pie. Yo no sabía qué otra cosa hacer, porque sentía que todavía no estaba preparada pura marcharme. La intuición parecía decirme que podía sacar algún provecho de ahí. No podía definir exactamente qué erade modo que, para disgusto de mi amiga, me quedé callada durante unos momentos cuando, de repente, uno de los enormes gatos persas del profesor saltó a mi regazo. «¡Bájate, Jack!», gritó el profesor. Parecía preguntarse, «¿Qué significa esto?». Entonces, con un interés mayor del que había mostrado en mí hasta el momento, dijo con una sonrisa: «Nunca antes había visto a ese gato acercarse a un extraño, madame. Mi gato aboga por usted. Ahora yo también siento un interés por su horóscopo, así que si me da la fecha, tendré el placer de ponérselo por escrito para usted». Sentí una gran sensación de felicidad cuando hizo esa declaración. Y concluyó diciendo: «No creo que a usted le importe realmente su horóscopo». La verdad de esa afirmación me conmocionó, porque a mí no me importaba mi horóscopo, y no podía decirle el motivo por el cual le estaba pidiendo que me lo hiciera. «No obstante», dijo, «¿Puedo verla para pedirle sus  datos el próximo sábado por la tarde?».
El sábado por la tarde, a la hora convenida, llegó el profe­sor. Estaba entregándole la hoja de papel con todos los datos de mi nacimiento, etcétera, cuando se me ocurrió preguntarle por la respuesta a la pregunta sobre el versículo 16 del capí­tulo 21 del Apocalipsis. Mi pensamiento tuvo un efecto ins­tantáneamente, y me encontré preguntándole a ese hombre qué creía que significaba ese versículo. Sin detenerse a pensar, replicó inmediatamente: «Quiere decir que la ciudad significa la verdad, y la verdad no es invertible; cada lado desde el que uno se aproxima a ella es exactamente igual». Intuitivamente y sin dudarlo reconocí esa respuesta como la verdadera, y mi alegría fue ilimitada, porque estuve segura de que al poseer esa respuesta correcta, Troward me aceptaría como discípula en otoño.
Cuando el gran astrólogo se estaba marchando, le conté todo sobre mi deseo de estudiar con Troward, que había veni­do desde Nueva York expresamente con ese propósito, aparen­temente en vano hasta que él me había dado la respuesta a esa pregunta, que era una prueba. Se mostró muy interesado y me hizo varias preguntas sobre Troward. Cuando le pedí que por favor me enviara la cuenta, replicó sonriente: «Hágame saber si el gran Troward la acepta como su discípula», y me dio las buenas tardes. Acudí apresuradamente a mi habitación para enviarle un telegrama a Troward dándole la respuesta a la pre­gunta sobre el versículo 16 del capítulo 21 del Apocalipsis.
Recibí una respuesta inmediata de Troward, que decía: «Su respuesta es correcta. Estoy iniciando un curso de conferencias sobre la Gran Pirámide en Londres. Si desea asistir a ellas y si, más adelante, todavía quiere estudiar conmigo, creo que podemos organizado». Al recibir esta respuesta, inmediatamente hice los preparativos para viajar de París a Londres.
Asistí a todas las conferencias, y recibí una gran instrucción de ellas, y poco después empezamos con los preparativos para que yo pudiera estudiar con Troward. Dos días antes de marcharme a Cornualles  recibí la siguiente carta de Troward indicando claramente la línea de estudios que me daba:


31 Stanwick Road,
W. Kensinton, Inglaterra
8 de noviembre de 1912

Querida Sra. Behrend:

Creo que es mejor que le escriba unas líneas sobre su propuesta de estudiar conmigo, ya que lamentaría muchísimo  que hubiese entendido algo erróneamente y, por ende, sufriera una decepción.
Llevo varios años estudiando el tema y tengo un conocimiento general de las principales características de la mayoría de las materias que, desafortunadamente, ocupan la atención en muchos círculos actualmente, como la teosofía, el tarot, la cábala y otros del estilo, y no dudo en decir que, a mi juicio todos los tipos y las descripciones de los llamados estudios ocultos son directamente opuestos a la verdad real, dadora de  vida, y por lo tanto, usted no debe esperar que mis enseñanzas vayan por esos senderos.
Actualmente oímos hablar mucho de la iniciación, pero, créame, cuanto más intente usted convertirse en una «ini­ciada», más dejará usted de vivir la vida. Hablo tras varios años de cuidadosos estudios y reflexión cuando digo que la Biblia y su revelación de Cristo es lo único que realmente vale la pena estudiar. Ese es un tema lo suficientemente extenso en toda conciencia, pues abarca nuestra vida externa y nuestros asuntos cotidianos y también las fuentes internas de nuestra vida y todo lo que, en términos generales, pode­mos concebir de la vida en lo invisible después de despren­dernos del cuerpo al morir.
Usted ha expresado un alto grado de confianza en mis enseñanzas, y si su confianza es tal que, como dice, desea ponerse completamente bajo mi orientación, no puedo más que aceptarlo como una responsabilidad muy seria, y ten­dré que pedirle que muestre esa confianza al negarse a exa­minar los así llamados «misterios», pues ahora le prohíbo que lo haga.
Estoy hablando desde la experiencia, pero el resultado será que muchas de mis enseñanzas parecerán muy simples, qui­zás en alguna medida dogmáticas, y usted dirá que ya había oído gran parte de ellas antes.
La fe en Dios, la oración y la adoración, acercan al Padre a través de Cristo; todo ello, en cierto sentido, le resultará fa­miliar, y lo único que puedo esperar hacer es, quizás, arrojar un poco más de luz sobre estos temas para que puedan ser para usted, no meramente palabras tradicionales, sino tam­bién realidades vivientes.
He sido así de explícito porque no quiero que se lleve nin­guna desilusión, y también debería decir que nuestro llamado curso de estudios serán sólo unas conversaciones amistosas en las ocasiones en que nos vaya bien, ya sea para que usted ven­ga a nuestra casa, o yo a la suya, según sea más conveniente en ese momento.
Además, le prestaré algunos libros que la ayudarán, pero son muy pocos y no son ocultos en ningún sentido.
Ahora bien, si todo esto concuerda con sus ideas, estoy seguro de que estaremos encantados de verla en Ruan Manor y usted verá que los que aquí residen, aunque son pocos, son muy amigables, y el barrio es muy bonito.
Pero si, por otro lado, siente que quiere alguna otra fuente de aprendizaje, no dude en decirlo, pero jamás encontrará a ningún sustituto de Cristo.
Confío en que no le importará que le haya escrito de esta forma, pero es que no quiero que venga hasta Cornualles y luego se sienta decepcionada.
Con afectuosos saludos,
Le saluda cordialmente,
(firmado) T. Troward
A mi modo de ver, esta copia de la carta de Troward es lo más magnífico que puedo darte.





Capítulo 11

Cómo llevar el poder de tu palabra a la acción
En todas tus palabras está el germen del poder que se ex­pande y se proyecta en la dirección que tu palabra indica, y finalmente se desarrolla convirtiéndose en una expresión física. Por ejemplo, si deseas establecer la alegría en tu con­ciencia, simplemente repite la palabra «alegría» de forma se­creta, persistente y enfáticamente. El germen de la alegría se empezará a expandir y a proyectar hasta que todo tu ser es­tará lleno de alegría. Esto no es una mera quimera, sino una verdad. Una vez que experimentas este poder, «demostrarás a diario que estos hechos no han sido fabricados para encajar en una teoría, sino que la teoría ha sido creada mediante una cuidadosa observación de la realidad». Todo el mundo sabe que la alegría proviene del interior. Otra persona puede cau­sarte alegría, pero nadie puede estar alegre por ti. La alegría es un estado de conciencia, y la conciencia, dice Troward, es «mental».
Las facultades mentales siempre funcionan por algo que las estimula, y ese estímulo puede venir del exterior, a través de los sentidos externos, o del interior, mediante la conciencia de algo no perceptible en el plano físico. El reconocimiento de esta fuente interior de estímulo te permite traer a tu conciencia cualquier estado que «desees». Una vez que algo te parece nor­mal, es tuyo con toda seguridad, por la ley del crecimiento y la atracción, del mismo modo que es tuyo conocer la suma una vez que tienes el uso consciente de los números.
Este método de repetir la palabra hace que la palabra en todo su significado ilimitado sea tuya, porque las palabras son la personificación de los pensamientos, y el pensamiento es creador: no es ni bueno ni malo, simplemente es creador. Éste es el motivo por el cual la fe construye y el miedo destruye. «Sólo con creer, todas las cosas son posibles para ti.» Es la fe la que te da el dominio sobre todas las circunstancias o condi­ciones adversas. Es tu palabra de fe la que la que te libera, no la fe en una cosa o un acto específicos, sino la simple fe en tu mejor yo en todos los sentidos. Es este poder creador siempre presente dentro del corazón de la palabra el que hace que tu salud, tu serenidad de ánimo y tu situación económica sean una reproducción de tus pensamientos más habituales. Intenta creer y comprender esto, y descubrirás que eres el maestro, o la maestra, de toda circunstancias o condición adversa, un príncipe de poder.



Capítulo 12
Cómo incrementar tu fe
Pero tú preguntas: «¿Cómo puedo hablar de la palabra fe cuando tengo poca o ninguna fe?». Todo ser vivo tiene fe en algo o en alguien. Es la cualidad de la energía creativa en el pensamiento positivo de fe lo que le confiere vitalidad, no la forma que adoptaIncluso el miedo intenso está vivo por la fe. Tienes miedo a la viruela porque crees que es posible que la contraigas. Temes la pobreza y la soledad porque crees que son posibles para ti
 Es tu tendencia de pensamiento habitual que reaparece en tu mente, tu cuerpo y tus asuntos, no el pensamiento ocasional en alguna dirección o deseo específicos. Es la fe que comprende que cada creación ha nacido en el vientre de las palabras y el pensamiento la que te da el dominio sobre todas las cosas, incluido tu yo inferior, y este sentimiento de fe aumenta y se intensifica cuando observamos lo que hace.
Esta observación es la observación de tu estado de conciencia cuando lo hiciste, no cuando tuviste la esperanza de hacerlo, pero temiste que fuera demasiado bueno para ser verdad. ¿Cómo te sentiste en esa ocasión en la que simplemente tuviste que entrar en un mejor estado de ánimo y lo hiciste, o qui­siste tener una determinada cosa y la conseguiste? Vuelve a vivir esas experiencias una y otra vez (mentalmente) hasta que realmente sientas que estás en contacto con el yo que conoce y sabe, y lo mejor de lo mejor es tuyo.


Capítulo 13
La recompensa de la fe creciente


Puesto que has expandido tu fe en la fe y las leyes del universo que no conocen el fracaso, tu fe en lo mejor de ti (el principio de vida ti) te ha llevado a darte cuenta conscientemente de que no eres una víctima del universo, sino parte de él. En consecuencia, dentro de ti está aquello que es capaz de establecer un contacto consciente con el principio universal de la ley y el poder, y te permite presionar a todas las leyes particulares de la naturaleza, ya sean visibles o invisibles, para que sirvan a tu
exigencia o deseo particulares y, por lo tanto descubres que eres un maestro, no un esclavo, en cualquier situación.

Troward nos dice que este dominio debe «conseguirse mediante el conocimiento, y el único conocimiento que proporcionará este fin en toda su inmensidad inconmensurable es el conocimiento del elemento personal en el espíritu universal» v su reciprocidad en nuestra propia personalidad. En otras palabras, las palabras que piensas, la personalidad que sientes que 

eres, son todas reproducciones en miniatura, o Dios especiali­zado, o «espíritu universal». Todas tus palabras-pensamientos fueron palabras-formas de Dios antes de ser tuyas.
Las palabras que utilizas son los instrumentos, los canales por los cuales la energía creativa toma forma. Naturalmente, este poder creador sensible sólo puede reproducirse de acuerdo con el instrumento por el que pasa. Todas las decepciones y los fracasos son el resultado de intentar pensar una cosa y producir otra. Eso es tan imposible como lo sería utilizar un ventilador eléctrico con la finalidad de iluminar, o hacer que el agua fluya en línea recta por una tubería doblada.
El agua debe tomar la forma de la tubería por la que fluye. De una forma incluso más fiel, esta sustancia sensible, invisible y fluida debe reproducir externamente la forma del pensamien­to-palabra por el que pasa. Ésta es la ley de su naturaleza; por lo tanto, se sigue lógicamente que «como un hombre piensa, así es él». De ahí que cuando tu pensamiento o forma-palabra está en correspondencia con el movimiento eterno construc­tivo, que avanza, de la ley universal, entonces tu mente es el espejo en el que el poder y la inteligencia infinitos del universo se ven reproducidos, y tu vida individual se convierte en una vida de armonía.



Capítulo 14

Cómo hacer que la naturaleza te responda
Se debería tener continuamente presente que hay una inteligencia y un poder en toda la naturaleza y en todo el espacio que es siempre creativa e infinitamente sensible, y que responde. La capacidad de respuesta de su naturaleza es doble: es creativa y sensible a la sugestión. Una vez que el entendimiento humano ha comprendido este dato tan importante, se da cuenta de la simplicidad de la ley de la vida.
Lo único necesario es que te des cuenta de que tu mente es un centro de operación divina y, en consecuencia, tiene en su interior aquello que acepta sugestiones. Espera que la vida responda a tu llamada y encontrarás sugerencias que tienden a que la realización de tu deseo llegue a ti, no sólo proveniente de otras personas, sino también de las flores, el césped, los árboles y las rocas, y que te permitirán realizar tu más ansiado deseo si actúas en consecuencia con confianza en este plano físico. «La fe sin palabras está muerta», pero la fe con obras te libera completamente.





Capítulo 15

La fe con obras. Lo que ha conseguido
Se dice de Tyson, el gran millonario australiano, que la sugestión «haz que la tierra desértica de Australia florezca como una rosa» le llegó de una modesta y pequeña violeta australiana mientras trabajaba como jardinero por unos tres chelines al día. El solía encontrar estas pequeñas violetas amigables que crecían en ciertas partes de los bosques, algo en la flor le tocó en la mente de Tyson, y él se sentaba en el borde de su litera por las noches y se preguntaba cómo se podría dar a las flores, y a la vida vegetal la oportunidad de expresarse en las tierras desérticas de Australia.

Sin duda, Tyson era consciente de que tardaría mucho en ahorrar el dinero necesario para poner diques de riego en las tierras desérticas, pero en sus pensamientos y sentimientos estaba seguro de que se podía conseguir, y si podía hacerse, él podía hacerlo. Si había un poder en su interior que fuera capaz de capturar la idea, entonces debía de haber un poder 

de respuesta en la idea misma que podía convertirse en una manifestación física práctica. Con determinación, Tyson dejó de lado todas las preguntas acerca de las maneras y los medios específicos que serían empleados para llevar su deseo a la ma­nifestación física, y simplemente mantuvo sus pensamientos centrados en la idea de construir cercas y ver flores y césped ahí donde no existían.
Dado que la capacidad de respuesta del poder creador re­productor no está limitada a ningún estado local de la mente, la meditación habitual y la imagen mental de Tyson dejaban libres a sus ideas para que éstas vagaran en una infinitud y atrajeran otras ideas de una naturaleza semejante. Por lo tanto, no fue necesario que él esperara para ver sus ideas y sus deseos realizados, hasta haber ahorrado de sus tres chelines diarios el dinero suficiente para regar las tierras, porque sus ideas encon­traron otras ideas en el mundo financiero que armonizaban en simpatía con ellas, y las puertas de las finanzas se abrieron rápidamente.
Todas las instituciones caritativas se mantienen sobre el principio de la capacidad de respuesta de la vida. Si esto no fuese cierto, nadie se preocuparía por dar, simplemente porque otro lo necesitara. La ley de la oferta y la demanda, causa y efecto, no se puede romper jamás. Las ideas atraen ideas semejantes. A veces vienen de una flor, un libro o de lo invisible. Estás sentado o caminando, absorto en una idea no del todo completa en cuanto a las maneras y los medios de realizarla, y entonces aparece otra idea, que nadie sabe de dónde viene, y es recibida por tu idea, atrayéndose la una a la otra, y así sucesivamente hasta que tus deseos son realidades físicas.
Quizás sientas la necesidad de una mejora en tus finanzas y te preguntes cómo se puede producir ese incremento, cuan­do, súbitamente, desde tu interior parece llegarte la idea de que todo tiene su origen en el pensamiento, incluso el dinero, y tus pensamientos cambian de rumbo. Simplemente te agarras a la declaración o la afirmación de que lo mejor, y  todo lo que existe, es tuyo. Puesto que eres capaz de capturar ideas del infinito a través del instrumento de tu intuición, deja que tu mente descanse en ese pensamiento, sabiendo perfectamente bien que ese pensamiento responderá a sí mismo. Tu inhibición del pensamiento de duda del sentimiento de ansiedad  permite que las ideas tranquilizadoras se instalen y atraigan hacia si ideas de «yo puedo» y «yo lo conseguiré", que gradualmente se convierten en la forma física del deseo que está en la mente.
En el uso consciente del poder universal para reproducir tus deseos en la forma física, se debería tener en cuenta tres datos:

Primero: Todo el espacio está lleno de poder creador.
Segundo: Este poder creador es sensible a la sugestión.
Tercero: Sólo puede funcionar con métodos deductivos.


Como nos dice Troward, este último punto es sumamente importante, ya que implica que la acción del poder creador siempre presente no está limitada en absoluto por lo precedente. Obra de acuerdo con la esencia del espíritu del principio. Dicho de otro modo, este poder universal toma su dirección creadora de las palabras que tú le das. Cuando el ser humano toma conciencia de esta gran verdad, se convierte en lo más importante de toda su consideración sobre de qué carácter está

 investido este poder reproductor sensible. Es la ley inalterable de este principio de vida creador que «Como un hombre pien­sa en su corazón, así es él». Si te das cuenta de la verdad de que el único poder creador puede ser para ti únicamente lo que tú sientes y piensas que es, estará dispuesto y preparado para cumplir con tus exigencias.
Troward dice: «Si crees que tu pensamiento es poderoso, en­tonces tu pensamiento es poderoso». «Como un hombre piensa en su corazón, así es él» es la ley de la vida, y el poder creador no puede cambiar esta ley, del mismo modo que un espejo corriente no puede devolverte el reflejo de una imagen distinta del objeto que colocas frente a él. «Como tú piensas, así eres» no significa «como le dices a la gente que piensas», o «como te gustaría que el mundo creyera que piensas». Se refiere a tus pensamientos más íntimos, a ese lugar que sólo tú conoces. «Nadie puede conocer al Padre, excepto el hijo» y «Nadie pue­de conocer al hijo, excepto el Padre».
Solamente el espíritu de la vida, creador y reproductor, sabe lo que piensas, hasta que tus pensamientos se convierten en realidades físicas y se manifiestan en tu cuerpo, en tu cerebro o en tus asuntos. Entonces todas las personas con las que entras en contacto pueden saberlo, porque el Padre, la energía creadora inteligente que escucha en secreto, escucha tus pensamientos más secretos, te recompensa abiertamente y reproduce tus pensamientos en la forma física. La frase «Mientras piensas, sabes que en eso te convertirás» debería mantenerse en el fon de tu mente constantemente. Eso es observar y rezar sin cesar, y cuando no te sientes con fuerzas para rezar físicamente.





Capítulo 16
Sugerencias sobre cómo rezar o pedir creyendo que ya has recibido
Pensar científico. Pensamiento positivo
Sugerencias para la aplicación práctica:
Intenta, mediante un pensamiento cuidadoso, positivo y entusiasta  (pero no agotador), darte cuenta de que la sustancia indescriptibleinvisible, de la vida llena todo el espacio, y de que su naturaleza es una sustancia inteligente, plástica y subjetiva.
 Las cinco de la mañana es la mejor hora para entrar en este tipo de meditación. Si te acuestas temprano todas las noches durante un mes, antes de quedarte dormido, graba firmemente en tu mente subjetiva la afirmación, «Mi Padre es el gobernante de todo el mundo y está expresando su poder de mando a través de mí», descubrirás que la sustancia de la vida toma forma en los moldes de tus pensamientos.
No aceptes la sugerencia de arriba simplemente porque te ha sido dada. Vuelve a pensar en ella detenidamente hasta que quede grabada en tu mente subconsciente de una forma comprensible. Levántate cada mañana a las cinco, tal como se sugirió antes; siéntate en una silla de respaldo recto, en una ha­bitación silenciosa, y piensa la afirmación de la noche anterior. Tomarás conciencia de tu poder magnífico y lo podrás poner en práctica, dándote cuenta, al menos en cierta medida, de que tu mente es realmente el centro a través del cual toda la energía creadora y el poder están tomando forma.
Oración científica
El principio que subyace a la oración científica
Al rezar para cambiar una condición, física, mental o econó­mica para ti o para otra persona, ten presente que la necesidad fundamental para que la oración sea respondida es comprender la siguiente afirmación científica:
«Pedid creyendo que ya habéis recibido y recibiréis».
Esto no es tan difícil como parece en la superficie, una vez que te das cuenta de que todo tiene su origen en la mente y de que ya posees aquello que buscas en el exterior. Nadie puede pensar un pensamiento en el futuro. Tu pensamiento de algo constituye su origen.
Por lo tanto:
La forma-pensamiento de la cosa ya es tuya en cuanto piensas. Tu continuo reconocimiento de esta posesión de pensamiento hace que el pensamiento se concentre, se condense para proyectarse y adoptar una forma física.
Hacerse rico a través de la creación
El reconocimiento o la idea de nuevas fuerzas de riqueza es la aspiración más elevada que puedes llevar a tu corazón, ya que supone e implica el fomento de todos los objetivos nobles.
Elementos a recordar acerca de la oración para ti o para otra persona: recuerda que aquello a lo que llamas tratamiento u oración no es, en ningún sentido, hipnotismo.  Jamás deberás procurar tomar posesión de la mente de otra persona. Recuerda que nunca deberías tener la intención de hacerte creer algo que sabes que no es verdad.  Simplemente estás pensando hacia el interior de Dios o la primera causa, con la comprensión de que:
«Si algo es  verdad, hay una manera en que es verdad en todo el universo». Recuerda que el poder del pensamiento funciona por unos principios absolutamente científicos. Estos principios se expresan en el lenguaje de la afirmación:

 «Como un hombre piensa en su corazón, así es él».

            Esta afirmación contiene una gran sabiduría, pero es necesario el reconocimiento y la cuidadosa aplicación de la misma por parte de la persona para poder darle un uso práctico.
Recuerda que tu libertad para elegir lo que vas a pensar, exactamente qué posesión de pensamiento vas a afirmar y a declarar constituye un regalo que Dios te hace.
Muestra... que la Primera Causa ha dotado a cada persona con el poder y la habilidad para traer a su entorno personal  cualquier cosa que elija. Causa efecto en lo referente a conseguir:

Si plantas una bellota, obtienes un roble. Si plantas un grano de maíz, cosechas un tallo y muchos granos de maíz. Siempre 

obtienes la manifestación de aquello que afirmas y declaras consciente o inconscientemente, lo que habitualmente dices y esperas, en otras palabras «lo que siembras».
Por lo tanto, siembra semillas de yo soy... yo debo... yo pue­do... yo me daré cuenta de que porque tú eres, tú debes, porque tú debes, tú puedes, porque tú puedes, tú lo haces.
La manifestación de esta verdad, incluso en un pequeño grado, te proporciona la comprensión indiscutible de que el dominio es tu derecho, eres un heredero de la Primera Causa, dotado de todo el poder que ella tiene. Dios te lo ha dado todo. Todo es tuyo, y sabes que lo único que tienes que hacer es alar­gar tu mano mental y tomarlo.
Esta fórmula puede servir como un diseño para dar forma a tu propia oración o afirmación a Dios para el beneficio de otra persona, o el tuyo.
Si es para una persona a la que quieres ayudar, di su nombre de pila y luego aparta totalmente su personalidad de tu con­ciencia.
Intensifica tu pensamiento meditando sobre el hecho de que hay algo en ti que encuentra el camino, que es la verdad y la vida.
Estás afirmando este hecho, convencido de que, puesto que estás pensando esto, ya es tuyo. Habiendo elevado tu senti­miento a la idea central de esta meditación, examina tu propia conciencia para ver si hay alguna cosa distinta de Dios. Si hay algún sentimiento de miedo, preocupación, malicia, envidia, odio o celos, vuelve a tu meditación para limpiar tus pensamientos mediante la afirmación de que el amor y la pureza de Dios llenan todo el espacio, incluidos a tu corazón y tu alma.
Reconcilia tus pensamientos con el amor de Dios, siempre recordando que estás hecho a imagen y semejanza del amor.
Mantén este pensamiento limpiador en tu mente hasta que sientas que has liberado totalmente a tu conciencia de todos los pensamientos y sentimientos que no sean de amor y unidad con toda la humanidad.
Luego, si las negaciones no te molestan, niega todo lo que sea distinto de tu manifestación deseada.  Una vez conseguido esto, prácticamente cubres tu negación con el pensamiento afirmativo de que estás hecho a imagen y semejanza de Dios y que tu deseo ya se ha realizado en su primera forma espiritual o de pensamiento.
Elegir la oración
La oración como método de pensamiento es un uso deliberado de la ley que te proporciona  el poder del dominio de todas las cosas que tienden a impedir, de alguna manera, tu perfecta li­bertad. Se te ha dado la vida para que puedas disfrutarla de una  forma cada vez más plena. El continuo reconocimiento de esta verdad hace que te declares un príncipe de poder.
           Reconoces, aceptas y usas este poder como el hijo de un rey y, por lo tanto, el dominio es tu derecho de nacimiento. Entonces, cuando sientas que la luz de esta gran verdad inunda tu conciencia, abre las compuertas de tu alma alabando sinceramente
el hecho de comprender que... el creador y su creación son uno.
También, que el creador está creando continuamente a través de su creación.
Termina tu tratamiento con la feliz seguridad de que la oración que se ha realizado no es una forma de súplica, sino una afirmación continua habitual de que el Creador de toda crea­ción está actuando específicamente a través de ti. Por lo tanto, el trabajo debe hacerse a la perfección; tu mente es un centro de operación divina.
Consejos para la aplicación y la práctica
Por cada cinco minutos dedicados a la lectura y el estudio de las teorías de la ciencia mental, dedica quince minutos al uso y la aplicación de los conocimientos adquiridos.
1.                 Pasa un minuto cada veinticuatro horas pensando conscien­temente en la especificación que debe ser observada para que tus plegarias sean atendidas.
2.        Practica el firme reconocimiento de la posesión de pensa­mientos deseables durante dos períodos de quince minutos cada día. No sólo debes medir el tiempo de cada período , para ver cuánto tiempo puedes mantener una idea dada en tu visión mental, sino que también debes llevar un registro escrito de lo vívidas que son las imágenes mentales que experimentas. Recuerda que tus sentidos mentales son tan variados como tus sentidos físicos y que se pueden entrenar.
3.        Dedica cinco minutos todos los días, entre las doce del mediodía y la una de la tarde, a la búsqueda mental de fuentes de riqueza.






Capítulo 17
Cosas que debes recordar
Recuerda que el más grande científico mental que el mundo ha conocido jamás (Jesucristo, el Hombre) dijo que todas las son posibles para ti.
Además dijo que «Las cosas que yo hago tu las puedes hacer». ¿Dijo la verdad?
Jesús no afirmó ser más divino que tú. El declaró que toda la raza humana era hija de Dios. Por nacimiento, el no era una «excepción» a esta regla. El poder que poseía fue desarrollado mediante Su esfuerzo personal. Él dijo que tú podías hacer lo mismo, sólo con creer en ti. Una gran idea carece de valor si  no está acompañada de una acción física. Dios da la idea; el ser humano la desarrolla en el plano físico.
Lo único que realmente vale la pena es la satisfacción.  El dominio de uno mismo, por sí solo, puede producirlo. El alma y el cuerpo son uno. La alegría de la mente es la alegría del alma, y la alegría del alma significa la alegría del cuerpo.
Si deseas tener salud, observa tus pensamientos, no sólo sobre tu ser físico, sino también tus pensamientos sobre todas las cosas y todas las personas. Con tu voluntad, haz que estén de acuerdo con tu deseo y actúa externamente de acuerdo con tus pensamientos. Pronto te darás cuenta de que se te ha dado todo el poder sobre tus pensamientos y tus circunstancias. Tú crees en Dios. Cree en ti mismo como el instrumento físico a través del cual Dios actúa. El dominio absoluto es tuyo cuan­do tienes el suficiente dominio de ti mismo para conquistar las tendencias negativas de los pensamientos y los actos.
Pregúntate a diario: «¿Cuál es la finalidad del poder que me trajo aquí?», «¿Cómo puedo trabajar con propósito por la vida y la libertad en mí?».
Habiendo decidido estas cuestiones, dedícate a realizarlas a cada hora. Eres una ley para ti mismo.
Si tienes la tendencia a excederte en algo, comiendo, bebien­do o culpando a las circunstancias de tus desgracias, conquista esa tendencia con la convicción interior de que todo el poder es tuyo en el exterior. Come menos, bebe menos, culpa menos a las circunstancias y, gradualmente, lo mejor de lo mejor irá ocupando el lugar que parecía ocupar lo peor.
Recuerda siempre que todas las cosas son tuyas para que las uses como tú desees. Puedes hacerlo si quieres, y si quieres lo haces.
Dios el Padre te bendice con todo lo que El tiene para dar.
Haz un buen uso de ello.
El motivo por el cual tuviste un mayor éxito cuando empe­zaste tus estudios y demostraciones en la ciencia mental es que tu alegría y tu entusiasmo ante el simple descubrimiento del poder interior fue mayor del que pudiste poner en tu comprensión posteriormente. Con una comprensión cada vez mayor, pon cada vez más alegría  y entusiasmo, y los resultados serán los que corresponden.

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